lunes, 31 de octubre de 2011

Alarma.


Me suena. Es ensordecedor. Pero lo tapo. Le pongo fuego, y mano, y almohada. Pero repta por los pliegues de la callosidad y me muerde la falange y me apaga el fuego, y me insomna la cabeza. Y ahi està de nuevo ululando. No viste de rojo pero me talla cual vinilo. Tantas puntas y ninguna con ojal. ¿Què hacer? Enlazarla es imposible, empero trato. La ininteligibilidad ¿es cuestiòn de tiempo o de espacio? Juro que ya no puedo. No puedo màs. Me està quitando el aire. Me està trepanando la croqueta y sodomizando el cerebro. Aunque no tenga muy en claro cuàl es la cabeza y cuàl el ano. Sè, fehacientemente sè que es lo que tengo que hacer. Pero me niego. Serè el ùltimo caso pero me irè con ella. Y enloquecerè. Y tragarè mis excrementos mientras me baño en àcido y aprieto la tecla [enter] para mostrarles en vivo e indirecto lo que significa esa alarma para mì.

Paraje yermo el destino final. Lo que alguna vez fluyò hoy està quieto, y lo que alguna vez fue hermoso hoy està descompuesto y no hay relojero capaz de sincronizar esta debacle. Asi sea! Aleluya! Hossana! y todas las plegarias en todos los idiomas pintan el mismo infierno: yo reseco y vos henchida.

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