Subir la música, atronar a los vecinos con guitarras afiladas en la distorsión de un grito de águila en celo, y sentir que no alcanza...
sábado, 31 de marzo de 2012
A. Normal...
Subir la música, atronar a los vecinos con guitarras afiladas en la distorsión de un grito de águila en celo, y sentir que no alcanza...
sábado, 17 de marzo de 2012
No soy un hombre que sabe...
No soy un hombre que sabe. O lo que sé, no llena mi vacío. Cual Gilgamesh contemporáneo, me gustaría vivir todas las vidas. Pero sólo tengo una.
¿Sólo una? ¿Estoy seguro?
No.
No estoy seguro.
Puedo ser un hombre que sabe.
Un hombre que sabe que en los libros hay relatos de vida pero no son el aliento biótico que fluye cuando haces.
Un hombre que sabe que en las estrellas se puede reflejar el espejismo del destino, pero mi camino lo hago yo.
Un hombre que en el silencio de la montaña escucha el murmullo de su sangre transportando aire y libertad.
Un hombre que sabe que en todos los hombres se acovacha, expectante, sigiloso, diurno y nocturno el deseo de no mentirse al considerarse simple.
Somos complicados, en el sentido laxo de la palabra. Somos la confluencia extraordinaria de variables que nos hicieron a cada uno. No creo que sea algo para agradecerle a la suerte. La suerte no existe. Si algo pasa es porque toda una intrincada red de causas y efectos nos trajo a un momento, una persona y una mentalidad que no podían ser otros, salvo ese momento, esa persona y esa mentalidad.
El vivir en sociedad nos ha llevado a la búsqueda de los puntos en común, y en esa comunión de diferencias nos hemos olvidado de la individualidad inherente a casa uno.
Todos los seres humanos hemos querido ser uno, y nos hemos vuelto ninguno.
Vuelvo al principio: No soy un hombre que sabe...Aún no, pero allí voy.