domingo, 11 de mayo de 2008

Anne Marie.

Literatura.

Treinta veces.
Treinta veces donde el ritual era cuidadosamente seguido.
Variaba la locación y los protagonistas, pero el inicio, desarrollo y final era siempre el mismo.
Y pensar que cuando entró a…No. Ya no importaba cómo entró. Mejor era el por qué entró.
Entró porque se supo buena. Porque crecía su mente pero su cuerpo era más rápido. Porque los padres de sus compañeras la miraban y en esos ojos no había cordialidad. Había deseo.
Y eso no la asustaba. Al contrario, luego de unas primeras veces de turbación, comenzó a explorar hasta dónde podía llegar.
Muy lejos podía llegar. ¿Por qué no? Lo decía Toy Story: ¡Hasta el infinito y más allá! Y allá era bastante acá. Donde las cosas se hacen porque si no las haces vos, las hace otra. Ya había demasiadas mujeres en esta tierra como para dejarles las cosas fáciles. Grandioso juego de palabras. No les dejaba las cosas fáciles a otras mujeres, pero ella era fácil. Grandioso y contradictorio juego de palabras. No era en realidad TAN fácil. Buen dinero tenían que gastar si querían hacer lo que siempre querían hacer.
Había dejado de buscar una explicación. Le ocupaba demasiado tiempo. Y el tiempo era dinero. No le pagaban para pensar. Le pagaban para dejarse pegar. Por adelantado. Por las dudas.
Lo bueno era que nadie se extralimitaba.
Nadie…hasta Manuel.
La primera vez no la había castigado mucho. Unas nalgadas y tirón de pelo, pero nada más. La segunda vez la cosa cambió. Le pidió que saliera del departamento, la llevó hasta la zona del Docke, bajaron del auto y luego de cerciorarse que nadie los veía, sacó una zurda que ni Monzón habría parado. Nunca la habían baqueteado de esa manera. Sólo recordaba las líneas del tren y las palabras. “Decíme No”.
¡Como si hubiera sido tan difícil! Fue complicada la articulación de la frase, por lo hinchado del labio, pero psicológicamente nada había resultado más sencillo. Lo único que logró paliar tanto miedo y dolor fueron los billetes. Una gruesa cantidad que no sólo silenciaba la moral sino también establecía un pacto.
Cada cita era un dantesco escalón descendente y circular hacia el oprobio privado del alma. Pero los billetes tamizaban el fondo del cañadón para que se pudiera parar una vez más. Las cicatrices y hematomas eran cada vez más profundos, pero así también eran más caros los atenuantes.
El último intercambio comercial había resultado particularmente violento. Estuvo una semana internada en el mejor sanatorio que el dinero podía pagar. Y una semana más en su casa hasta que pudiera moverse con total libertad. Descansar. Pensar. Recoger los pedazos. Era lo que necesitaba.
La nueva cita sería en Avellaneda. Ella debía caminar al costado de la cancha de Independiente, acercándose a la esquina de Bochini e Italia.
Como en un baile ensayado miles de veces (treinta para ser exactos), Manuel apareció de repente y le cruzó la cara de un derechazo. Ella cayó sobre su costado y trató de levantarse. Una zurda al occipital la vuelve a desbarrancar. Su voluntad puede más y antes que caiga el tercer golpe, su boca forma la mágica conjunción entre la ene y la O y se arrodilla frente a Manuel. Le baja el cierre del pantalón y comienza a ver los primeros síntomas de satisfacción pintados en el rostro de su cliente, que rápidamente mutaron al espanto cuando las dos hileras de dientes se unieron por el accionar de las mandíbulas al cerrarse.
Un mes después, la primera de treinta nuevas citas empezaba.




German Alfaro.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Casi pude sentir los golpes...muy bien logrado el clima previo! Gracias!
Mercedes.

Mica dijo...

COMO TODO LO QUE LEÍ TUYO, CRUDO, VISCERAL, VIOLENTO Y HASTA HUMORÍSTICO. LA VIOLENCIA EN SU DESNUDEZ, LA MISERIA HUMANA EN SU MAS COTIDIANA BRUTALIDAD. PIENSO QUE SI BIEN ESTÁ PRESENTE LA VIOLENCIA FÍSICA, EL RELATO ME LLEVA A LA VIOLENCIA PASIVA, LA INTERNA, AQUELLA QUE TENEMOS AL PENSAR, RELATAR, DESEAR, Y PROVOCAR ESTAR HISTORIAS, SEAN REALES O NO. SI ME EQUIVOCO, ESPERO TU CORRECCIÓN

Mica dijo...

Publico, publico y voy a publicar, no vaya a ser cosa que se me pudran las palabras en el cerebro y ya no tenga mas conciencia de mis estados. Agradezco su consejo, lo veré en sus próximas lineas.