viernes, 13 de abril de 2012

Los dientes.


Luz pálida del baño reflejando mi atónita cara en el espejo, mis piezas dentales esparcidas todas por el piso.
El primer aviso de problemas me sorprendió en la cocina, mientras me preparaba un sandwich nocturno de manteca y jamón crudo, para paliar mi insomnio.
Elevo el manjar a la altura de mi boca, abro mis mandíbulas (por suerte ellas siempre estuvieron de mi lado!) e introduzco el misil panificado, presionando con mis dos hileras de dientes para empezar a engullirlo...
Nada pasó.
El sándwich estaba igual...
Lo hice nuevamente, no pudiendo aceptar el acto como real.
Preparé la baguette, Vi exactamente donde mordería y metí.
Nuevamente nada...
¿¿Cómo podía ser que los incisivos se negaran a su función de cortar y separar??
Lo primero que se me ocurrió fue que habían perdido su filo, luego de tantos años de trabajo ininterrumpido...
Opté por algo práctico: corté un trozo pequeño con las manos y lo introduje a mi boca. Mi lengua transportó el delicioso bocado hacia los molares. Ellos sabrían cómo encargarse de este percance.
Masticaba y masticaba, y el bocado no cambiaba de forma ni de tamaño!
¡Era exasperante!
Llevaba probados más de veinte dientes y todos se comportaban igual. No querían funcionar.
Apelé a los más salvajes. A los que nunca dejaron de ser primitivos. Pero los caninos no clavaron ni desgarraron nada...
Sumamente preocupado me dirigí al baño para observarme en el espejo.
Encendí la luz, miré mi reflejo, y me mostré los dientes como un mandril.
Parecían más grandes...o mejor dicho, mas alargados...Y seguían alargándose mientras yo observaba!
Uno de ellos decidió llevar la huelga hasta las últimas consecuencias y se suicidó de mi boca, estrellándose contra el marmolado piso del water clos. Y como las revoluciones son sangrientas y multitudinarias, o no son nada, todos los otros dientes siguieron el ejemplo del primero y en sólo unos segundos todas mis piezas estaban en el suelo.
Asi estoy ahora, extrañándolos, y arrepintiéndome cada aproximadamente hora y media (es lo que tardo en sentir hambre entre cada papilla) de haberlos querido blanquear con Spadol.

German Alfaro.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Un poco de humor en la literatura, puede resultar el ingrediente perfecto para canalizar ideas.
Me da la impresión de que "Los dientes", es una naracción trabajada hace un tiempo, se le nota dedicación.

Saludos!!.

L.N

German Alfaro dijo...

en "Impresión" tenes un 10....es un relato que pertenece a una colección de relatos sobre el cuerpo humano y sus sistemas...y los arranqué hace unos....10 años más o menos...