Literatura.
Eran tantos! Todos uniformados ante el altar. Un inventario no hubiera encontrado diferencias! El ambiente estaba cargado, se sentía raro. Podía ser atribuido a la expectativa, o también a los 42 grados de temperatura, pero algo de ambas variables se concentraba en una cabeza. Una cabeza que no era una cabeza sino un conglomerado de retazos estacionales en 24 marzos. Eran malas compañías. Cada palabra fue una mariposa que se despegó de su piel de oruga para secarse al sol. Pero se sabe: el sol es radioactivo, y la oruga que iba a ser mariposa mutò en leopardo, y descubrió la llanura. Probó la mandrágora, hociqueò la carne y empezó su periplo.
Cada nueva presa era testeada, saboreada, pero al final la putrefacción ganaba la batalla y volvía a empezar la ruleta rusa.
¿Qué estrella la guiaba? ¿Qué deseo irrefrenable, qué fiebre obsesiva, qué certeza ineludible la hacía avanzar? Como juez y parte, los otros miraban, deseaban, tocaban y el espejismo reflejaba todo lo que ellos querían ver, pensaban desear, creían tocar, hasta que harto el felino pegaba un zarpazo y ciegos, apáticos e insensibles quedaban en un hotel, dulce hotel.
Unos meses antes, por el hombre del traje gris, supo que la tormenta llegaba. Cierto aroma, cierta humedad ventisquera de mentira piadosa se lo anunciaba. Precavida, enfiló hacia la zona baja de la física química del infernal terreno. Zarzas, pajonales y vados se interponían en su camino. Nada la detenía.
Pasaron los días y las semanas y sin decir “esta boca es mía”, la noche llegó.
Entrada, sopor, estupefacción…Yo mi, me, contigo, empero, si los juglares eran piadosos, la noche acompañaría el desempeño de la galleta boxeadora y sus enemigos íntimos.
Pautada a 19 días y 500 noches, a las dos horas estaba definida.
Dos horas. El viento rugió, carajeò, se empecinó en mostrar sus terribles facetas, y la señora leopardo seguía fija, estática, sublime en su belleza y esplendorosa en su determinación.
A ambos nos sobran los motivos! El rayo tronó. Desafiante, el leopardo un paso más dio. Más fuerte sonaba el ulular, mas avanzaba. “Dímelo en la calle que aquí en la selva nadie escucha”! vociferaban los contendientes babeando.
El fin estaba cerca. Cada uno de los contrincantes sabía que el próximo paso seria el definitivo.
Silencio. Antesala del caos. Alivio de luto. Dardos punzantes del cielo, pestañas techando. Huracanes. Tifones. Músculos. Era a todo o nada.
Empate decretó el enroque.
La batalla que viene será la definitiva.
Cada nueva presa era testeada, saboreada, pero al final la putrefacción ganaba la batalla y volvía a empezar la ruleta rusa.
¿Qué estrella la guiaba? ¿Qué deseo irrefrenable, qué fiebre obsesiva, qué certeza ineludible la hacía avanzar? Como juez y parte, los otros miraban, deseaban, tocaban y el espejismo reflejaba todo lo que ellos querían ver, pensaban desear, creían tocar, hasta que harto el felino pegaba un zarpazo y ciegos, apáticos e insensibles quedaban en un hotel, dulce hotel.
Unos meses antes, por el hombre del traje gris, supo que la tormenta llegaba. Cierto aroma, cierta humedad ventisquera de mentira piadosa se lo anunciaba. Precavida, enfiló hacia la zona baja de la física química del infernal terreno. Zarzas, pajonales y vados se interponían en su camino. Nada la detenía.
Pasaron los días y las semanas y sin decir “esta boca es mía”, la noche llegó.
Entrada, sopor, estupefacción…Yo mi, me, contigo, empero, si los juglares eran piadosos, la noche acompañaría el desempeño de la galleta boxeadora y sus enemigos íntimos.
Pautada a 19 días y 500 noches, a las dos horas estaba definida.
Dos horas. El viento rugió, carajeò, se empecinó en mostrar sus terribles facetas, y la señora leopardo seguía fija, estática, sublime en su belleza y esplendorosa en su determinación.
A ambos nos sobran los motivos! El rayo tronó. Desafiante, el leopardo un paso más dio. Más fuerte sonaba el ulular, mas avanzaba. “Dímelo en la calle que aquí en la selva nadie escucha”! vociferaban los contendientes babeando.
El fin estaba cerca. Cada uno de los contrincantes sabía que el próximo paso seria el definitivo.
Silencio. Antesala del caos. Alivio de luto. Dardos punzantes del cielo, pestañas techando. Huracanes. Tifones. Músculos. Era a todo o nada.
Empate decretó el enroque.
La batalla que viene será la definitiva.
German Alfaro.
1 comentario:
y allí como el humus, fui su alimento...
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